Un poquito de historia.
La historia de la música electrónica es amplia y ramificada. Hablar de las raíces de cada uno de los estilos que han llegado hasta nuestros días (y los que se han quedado por el camino) nos llevaría demasiado tiempo. Habría que hacer todo un libro anexo que nos diese el espacio suficiente para hablar de cómo se iniciaron las revoluciones musicales y lo que supusieron.
Lo que sí que podemos hacer es concentrar la historia en unas líneas y mirar fijamente al inicio de todo esto. ¿Cuándo y cómo nació esto de la electrónica? Pues con el “House”. Bien, vale. Pero, ¿qué es el house?
“Érase una vez un garito. En él, se ponía música disco. Y era tan especial, que en las tiendas todos preguntaban por la música del local. Pero había un problema: «Warehouse» era un nombre demasiado largo. Así que las tiendas de vinilos comenzaron a catalogar la música que se pinchaba en el «Warehouse» como «House», palabra que destacaba mejor sobre los cajones de vinilos”.
La revolución musical de Chicago consiguió su nombre. Pero faltaba el estilo.
Frankie Knuckles, discjockey de Warehouse y más tarde Power Plant (placentas de la música electrónica), comenzó a utilizar en directo una caja de ritmos 909 para reforzar el golpe de algunos discos antiguos; temas bailables de la agonizante música disco pero carentes de la “pegada” requerida por la nocturnidad y las drogas de los locales industriales de Chicago. Aquí tenemos una de las semillas de la electrónica como la entendemos ahora.
Pero es que, además, la electrónica al uso aterrizó en los hogares. Con una pequeña inversión, cualquiera podía tener en casa aparatos suficientes para, sin tener ni la más remota idea de teoría musical, crear melodías de bajos, ritmos de percusión y grabar frases que repetir a lo largo de una canción. Si unimos esto a la necesidad de temas nuevos que pinchar en las largas sesiones del Warehouse y similares locales industriales de Chicago, ¿qué tenemos?: una explosión casi inédita en la música electrónica. Una explosión que espoleó a miles de jóvenes a invertir y editar sus propios temas. ¿Por qué? Porque hablamos de los albores de la electrónica. Los rudimentos de la técnica y la falta de comparativa hacían que los productos que salían a la calle fuesen de ínfima calidad. De repente, todo el mundo era productor. Y todo el mundo pensaba: “mira el tema que han puesto en el Warehouse ¡Yo puedo hacerlo mejor!”.
Todo esto dotó a la sesiones de disco (y nueva música producida en Chicago) de un flujo continuo de música catalogada como House y salpicada de temas antiguos «reforzados» para el momento. Música House tal y como la conocemos ahora.
Frankie Knuckles no fue el único (Ron Hardy ya utilizaba la 909 como base para toda la sesión, como ahora se hace tanto con los programas informáticos y “loops” de los reproductores de CD), pero sí uno de los elegidos para crear una cultura musical. Una cultura musical que nació de la necesidad de llenar horas y horas de sesión habiendo en el mercado sólo un puñado de discos que encajasen en las noches de Chicago.
Esa filosofía a la hora de pinchar, ese amor por buscar joyas, por adecuarlas a un estilo concreto, el afán por buscar continuidad y sentido dentro de la sesión, todo eso sirvió como cama para la música electrónica que conocemos hoy día y todas sus vertientes. Hubo otros factores, por supuesto (la droga correcta para la música correcta; el empuje de un empresario que reciclaba plástico para editar vinilos a bajo precio; programas radiofónicos que mezclaban la música en directo), pero la esencia de la música electrónica nació en Chicago y, de ahí, evolucionó a Detroit y Reino Unido. En cada lugar se añadió algo, se transformó la idea original en algo nuevo. Algo nuevo, sí, pero siempre algo que se podía considerar como electrónica. Una electrónica atemporal.
Y es que temas como el “Strings of Life” de Rhythim Is Rhythim (producido por Derrick May en el año 1987), el “Can You Feel It” de Fingers Inc. (1988), “Move your Body” de Marshall Jefferson (1986), “Your Love” de Frankie Knuckles (1987)… Todos estos son temas que abrieron el camino y que han sido versionados hasta la saciedad. Pero lo más importante: son temas que si los introduces a día de hoy en una sesión, encajarán.
Porque a finales de los ochenta nació la electrónica como hoy la conocemos, y las bases y reglas de este estilo no han cambiado nada desde entonces. Incluso para temas vocales que mezclaban el disco y el soul con las reglas del nuevo estilo, con el “Inner City” de Good Life (1988) o el “Promise Land” de Joe Smooth (1987), temas que comenzaron a sonar en las principales radios, llegando a estar en lo más alto de las listas de ventas.
Si no me crees, busca los temas que he mencionado. Escúchalos. Verás que, salvando la distancia temporal en cuanto a calidad de sonido, son canciones que bien podrían estar producidas en nuestros días. Y son sólo una mínima muestra de toda la música que se generó en los albores de la electrónica y que tanto han marcado el devenir de la música que amamos.
Quizás estés echando de menos una cosa: nombres femeninos en los inicios de la electrónica. ¿No existieron mujeres que aportaron su talento para el desarrollo de este estilo musical? Pues sí, y muchas. Como Delia Derbyshire, tenaz apasionada de la música que, tras ser rechazada en infinidad de estudios de sonido, consiguió un trabajo de asistenta sonora en la BBC. Era el año 1960, y nadie le hizo mucho caso, salvo una persona: Desmond Briscoe. Este hombre vio todo el potencial que aquella mujer tenía dentro y la apadrinó. ¿El resultado? Delia Derbyshire creó de la nada los sonidos que compusieron una de las primeras bandas sonoras electrónicas para la televisión; Dr. Who tenía música. Por desgracia, en aquella época, que una mujer saliese en los créditos como creadora sonora era algo de ciencia ficción, como si de un capítulo de la serie se tratase. Ron Granier figuró como único creador, a pesar de las peticiones del propio Granier de compartir méritos con la pionera Delia Derbyshire.
Otra figura fundamental de los albores de la electrónica fue Suzanne Ciani. ¿Conoces ese sonido que se reproduce en los anuncios de refrescos, el de la botella abriéndose y el brebaje sirviéndose? En los años setenta, Suzanne consiguió implantar ese sonido en un sampler, dando la oportunidad a todos los creativos de utilizar su creación para la radio y televisión, ahorrando tiempo y dinero. Además, fundó su propio sello discográfico, Synthetic Wave, donde mezclaba sonidos New Age con instrumentos tradicionales.
Y que decir de Daphne Oram. Esta británica fue la primera persona en desarrollar un sistema visual para reproducir música: Oramics. Esta máquina convertía alfabetos de símbolos dibujados en películas de 8mm en sonidos musicales. Oramics, en definitiva, fue el padre de los secuenciadores musicales modernos; Daphne Oram fue su madre.
Pero no sólo en la parte técnica existieron mujeres que se abrieron paso en un mundo de hombres. Annie Nightingale fue la primera discjockey en capitanear un programa de la BBC Radio 1. Hablamos del año 1970. En 2014, Annie Nightingale sigue trabajando para la radio británica y nunca, ni siquiera en los inicios, ha dejado de explorar los nuevos sonidos de la electrónica, desde el New Wave hasta el Dubstep.
Como disjockey, o futuro discjockey, conocer las raíces de la música que vas a pinchar es fundamental. No para pegarte el pegote con los colegas, sino para entender cómo y de dónde evolucionó la herramienta con la que creas emociones.
(Texto extraído de mi libro «Mamá quiero ser DJ» editado por Lee/me Libros, 2015. Compralo aqui.)