Hace tiempo que he notado algo que me inquieta: el DJ ya no es solo un DJ. En la industria musical actual, si no eres tu propio promotor, community manager, booker, relaciones públicas, y a veces hasta editor de video, parece que te quedas atrás. Ya no basta con seleccionar la música perfecta y pincharla para hacer bailar a la gente. No, ahora necesitas convertirte en un artista ‘360’ o, en palabras más crudas, en un tiburón.
Parece que si no estás constantemente en redes sociales, generando contenido, vendiéndote como una marca y pidiendo que te vean, simplemente desapareces. Esta no es una reflexión que hago desde la comodidad de la cabina, sino desde la experiencia de más de 20 años pinchando y navegando entre la presión de tener que ser visible para poder seguir haciendo lo que amo.
La cuestión es: ¿en qué momento ser DJ dejó de ser suficiente? ¿Cuándo empezamos a aceptar que, para sobrevivir, teníamos que ser también nuestros propios jefes de marketing, relaciones públicas y editores de vídeo?
Alguna vez me han pedido para cerrar un bolo que lleve una lista de invitados. Esto es una forma de ahorrarse pagar a un relaciones públicas y, además, que el DJ les haga promoción del evento, incluso pidiéndole que haga una publicación pagada para llegar a más gente. O incluso me han ofrecido pagarme por cada persona que lleve a un evento. No señores, el trabajo de un DJ no es llevar a la gente al evento, el trabajo del DJ es hacer que la gente no se vaya del evento.
La presión de ser un ‘artista 360’
No sé tú, pero a veces me cansa esta mentalidad de tiburón que ha invadido la escena musical. Ya no se trata solo de poner buena música, sino de ser el que más grita, el que más seguidores tiene, el que más stories sube, el que consigue más colaboraciones. Y si no eres capaz de seguir ese ritmo, si te tomas un respiro, parece que te desvaneces del radar. Ya no existes. La gente se olvida. A mí me preguntan a veces «¿Pero ya no pinchas?» Y yo contesto: «Sí, pero no estoy todo el día poniéndolo en redes sociales.» A veces parece que si no lo pones en Instagram, no está pasando, y si no lo vendes, no vale.
No te equivoques, amo mi trabajo. Pinchar y conectar con la pista es mi verdadera pasión. Pero, ¿qué pasa cuando esa conexión se ve eclipsada por la necesidad de estar en todos lados al mismo tiempo? Desde que la pandemia aceleró la digitalización, la línea entre promoción y autoexplotación se ha vuelto más delgada que nunca. El ruido, la constante necesidad de estar presente, de ser visible a toda costa, es algo que nos afecta más de lo que imaginamos. En vez de crear, estamos buscando cómo mostrarnos. Y ahí es donde entra en juego nuestra salud mental.
En mi caso, esa presión me afectó profundamente. La sobreexposición en redes me jugó una mala pasada. El desgaste emocional y mental fue brutal. Viví esa sensación de tener que venderme constantemente, de no poder desconectar ni de mi trabajo ni de mi imagen. Fueron años de presión y ansiedad, y aunque todo parecía ir bien en mi carrera, por dentro estaba destrozada. Varios trastornos mentales como la ansiedad y la depresión comenzaron a aparecer, alimentados por esa sobreexposición que se da por sentada en la industria. Y lo más difícil fue que, al final, me encontré más distante de lo que me había hecho llegar a donde estoy, perdiendo la conexión con lo que verdaderamente me motivaba: la música, la cabina, el público. Ahora ya no me sale venderme, no me sale socializar igual que antes y no subo el mismo contenido a redes ni con la misma frecuencia. He aprendido que mi salud mental vale más que cualquier algoritmo o tendencia.
Estamos tan ocupados intentando demostrar que seguimos siendo relevantes que olvidamos lo esencial: la música. ¿Cuántas horas he pasado planificando publicaciones, respondiendo mensajes, editando fotos, buscando alguna forma de crear contenido, cuando en realidad debería haber estado descubriendo nuevas canciones, produciendo, mejorando mis mezclas o simplemente descansando? Esto no es una queja, sino una reflexión sobre cómo hemos normalizado la explotación del artista en nombre de la visibilidad.
Lo que antes era un simple deseo de compartir tu arte, ahora se ha convertido en una obligación de “generar contenido”. ¿Te tomas un fin de semana libre? Mejor no lo hagas, porque los algoritmos no te van a esperar. ¿Te das un respiro para cuidar tu salud mental? Es posible que a tu vuelta te encuentres con que la gente ya se ha olvidado de ti. Y así, seguimos corriendo en una rueda que nunca deja de girar.
Ser DJ debería ser sobre la música, sobre ese momento en el que haces que la pista de baile explote, sobre la conexión con la gente que tienes delante. Pero cuando estamos más preocupados por cuántos likes conseguimos que por qué canción tocar después, estamos perdiendo la esencia. La presión de ser visto y relevante ha secuestrado el espacio que antes estaba reservado para la creatividad.
¿En qué momento el arte se convirtió en una carrera de fondo en la que solo sobreviven los más ruidosos?
¿Hacia dónde vamos?
Quizás sea el momento de replantear cómo valoramos a los DJs y artistas en general. ¿De verdad creemos que un seguidor en Instagram vale más que la emoción que generamos en la pista de baile? ¿Hasta cuándo vamos a seguir priorizando la apariencia y la cantidad de seguidores sobre la calidad y la autenticidad?
No tengo todas las respuestas, pero sé que esta situación no es sostenible. Tal vez sea hora de recordar que, al final del día, el DJ está ahí para crear momentos inolvidables, no para desgastarse compitiendo en una carrera que nunca termina.
Si estás leyendo esto y te has sentido identificado, quiero que sepas que no estás solo. Tal vez sea hora de cambiar la conversación y empezar a priorizar lo que realmente importa: la música, la creatividad, y nuestra salud mental.